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Notable participación extremeña en las Cortes de Cadiz
- Detalles
- Última actualización el Lunes, 25 Septiembre 2017 09:57
- Publicado el Viernes, 13 Enero 2012 09:03
- Escrito por Nieves Ballesteros
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La aportación extremeña a la Constitución de 1812, doce diputados titulares y tres suplentes, que iniciaron la andadura de las Constituyentes reunidas el 24 de septiembre de 1810
cualquiera que consulte los Diarios de Sesiones de aquellos días, le maravillará la extraordinaria aportación de los diputados extremeños, reunidos en aquel minúsculo teatro de la Isla de León, en el origen y formación de la Constitución de 1812, cuyos pilares continúan sustentando, aún hoy, los fundamentos del nuestro sistema democrático.
El 24 de septiembre de 1810, los diez diputados presentes en la sesión de apertura de las Cortes Constituyentes bien pudieran protagonizar un auténtico Episodio Regional, puesto que, erigidos en protagonistas principales y muy destacados, pronto tomaron la iniciativa de los debates. Así, el sabio Diego Muñoz Torrero, ilustre hijo de Cabeza del Buey y rector de la Universidad de Salamanca con tan sólo 26 años, en el uso de su legendaria oratoria, expuso los principios que habrían de basar el nuevo régimen liberal, trasladados luego en el primer Decreto promulgado por aquellas Cortes. La renuncia al acta de diputado por parte del provecto Pedro Quevedo y Quintano, natural de Villanueva del Fresno y obispo de Orense, derivó, en su sustitución por el emeritense José María Calatrava, una doble ganancia: para las Cortes, donde además de un liberal se incorporaba un eminente jurista y para la región, que multiplicó su protagonismo con una figura de incuestionable altura intelectual. El primer acto de esta trama dejaba pues las espadas en alto entre absolutistas y liberales, atentos todos al protagonismo de nuestros extremeños.
Otro destacadísimo actor es Antonio Oliveros, de Villanueva de la Sierra y canónigo de San Isidro de Madrid, que ocupó parte de estos primeros días en atraer, sin resultado, al obispo rebelde para la causa liberal. Significado también Francisco María Riesco, elegido tras varios empates entre la terna correspondiente a la Junta Superior de Extremadura, fue inquisidor decano del Tribunal de Llerena, de donde era natural, y rugiente defensor del Santo Oficio. Como miembro de la Comisión que elaborara el proyecto de Constitución, destacó el almendralejense y masón Francisco Fernández Golfín, vástago del IV marqués de la Encomienda y militar desde el vientre materno. Su contrario bien pudiera ser el fernandino capitán de las milicias urbanas de Zafra, Manuel María Martínez de Tejada. El también capitán, aunque retirado, regidor de Mérida, Alonso María de la Vera y Pantoja, acompañó al de Badajoz, Mariscal de Campo y Caballero de Alcántara, Gregorio Laguna Calderón de la Barca, como representante de las ciudades con voto en Cortes, puesto que la forzada interpretación de la Ley electoral por el tercero en discordia, el regidor interino de Plasencia, Antonio Alonso Varona, finalmente no fue aceptada, retirándosele sus poderes. Atentos a todo el proceso constituyente, también presentes este día, el cacereño abogado de los Reales Consejos y luego secretario de Cortes, Juan María Herrera y el primer Secretario Manuel Mateo Luján, natural de Castuera y voluntario en la lucha contra los franceses, que intervino con igual ardor en los posteriores debates en torno a la abolición de la Inquisición.
Esta selecta presencia pronto se acrecienta con José Casquete de Prado, de Fuente de Cantos, obispo de Cisamo y presidente de las Cortes durante un mes, y con el abad de Cabañas, Gabriel Pulido Carvajal, sustituto de José Chaves y Liaño, natural de Bienvenida, arruinado en su odisea por tomar posesión del acta que correspondía en primera instancia a Juan Capistrano Chaves y Vargas, muerto en su hacienda de Trujillo tras una grave enfermedad que le postró a las puertas de Cádiz.
Estos son, en esencia los pares extremeños: doce diputados titulares y tres suplentes, que iniciaron la andadura de las Constituyentes reunidas el 24 de septiembre de 1810 y cuyo mérito ha sido justamente reconocido y ensalzado por los historiadores, por lo que modestamente opinamos que su memoria, dentro de los previsibles fastos que ocuparán el bicentenario de la Constitución de 1812, debiera ser difundida por los poderes públicos como ejemplo de la aportación de Extremadura a la configuración de los principios y libertades del constitucionalismo español.