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En la  carta decía lo siguiente: “Querida ONU, había escuchado hablar de vuestra organización y me parece muy bien lo que hacéis. Tenemos a ese hombre retenido porque creemos que es él el que ha enviado la carta quejándose de las normas que imponemos. Esta puesta a su dirección, pero no a su nombre que es lo único que nos despista, porque para que iba a poner su dirección y no su nombre, pero no lo vamos a soltar aún. Lo tendremos retenido así hasta pensar en el castigo que le impondremos y encima es inmigrante. Sabemos que ustedes saben quién es el escritor de esa carta, pero no nos lo vais a decir. Esperaremos unos días y si no, no lo queréis decir culparemos a Francisco Hidalgo aunque no sea él el culpable de esto porque nos da igual. Un saludo.” Me quede sin palabras con la respuesta que les dio el estado a la ONU y tenía que decir que la culpable era yo. Le escribí una carta a los de la “ONU” para citarlos porque quería hablar con ellos sobre lo que pasaría con esto y que se estaba yendo ya de las manos el problema. Esto fue lo que les escribí: “Querida ONU, soy Julia. Muchas gracias por todo la ayuda que me estáis dando, pero todo esto debe acabar cuanto antes. Ese pobre hombre no ha hecho nada y es culpable de algo que no ha hecho que he hecho yo y debe salir cuanto antes de la cárcel porque  tiene que mantener a su familia para seguir adelante porque su mujer no trabajo porque al ser al igual que yo inmigrante no le dan trabajo y también por ser mujer, sus cuatro hijos son demasiado chicos para trabajar tienen: ocho, cinco, tres y el más pequeño tiene tres meses. También hablando de esta familia me gustaría mucho que  le ayudaran todos los meses económicamente porque no pueden casi  llegan a final de mes con solo el trabajo del padre que por cierto es pésimo. De nuevo les doy las gracias por todo. Le escribo esta carta para citarlos si fuera posible .Espero que les hayan gustado las galletas que les mande. Un saludo. Julia.” Al día siguiente volví a recibir una carta, esta también era de la “ONU” y me supuse que sería la respuesta de mi carta. Decía lo siguiente: “Querida Julia, no tienes que darme las gracias somos una organización que nos encargamos de eso. Está bien quedaremos mañana a las 10.00 de la mañana en las oficinas “ONU”. Y hablaremos más tranquilamente. Sí, nos encantaron las galletas que nos mandaste. Encima tuvieron el valor de escribir que encima eran inmigrantes y eso fue lo que más nos dolió. Un saludo.”Estaba contenta de poder hablar por fin con la “ONU” y arreglar todo este lío. Por otro lado estaba asustada de lo que podía pasar. Eran las 9.30 de la mañana y salí de mi casa para ir a las oficinas “ONU”. Mis padres me dijeron que ha donde iba a esa hora y les tuve que mentir y decirles que me iba a la biblioteca a estudiar  historia. Cuando llegue me hicieron pasar a una sala y me preguntaron que si yo era Julia y yo asentí con la cabeza. Había dos personas una mujer y un hombre no me podían creer que hubiese una mujer trabajando. Se les veían jóvenes, la mujer tendría unos 28 años y el hombre unos años más que yo así que tendría 19 o 20 años más o menos pero no tendría más de esa edad. El hombre era alto y guapo, tenía los ojos pequeños y el cabello castaño, tenía una sonrisa que me hacía sentir bastante cómoda, de vez en cuando me sonreía y yo también me reía. Tenía unos ojos muy bonitos que cuando me miraban a los míos era como si estuviese hablando con alguien que conocía de toda la vida, eran marrón chocolate. La mujer era más baja y estaba gordita, pero se le veía muy buena persona y me sentía con ella también muy a gusto. Antes de empezar a hablar les pregunte su nombre y me dijeron que se llamaban Rosa y Ignacio. Tuvimos una larga conversación y fue la siguiente: